Debemos acudir a las teorías taoístas para comprender las definiciones de almas jóvenes y almas viejas. Se dice que existen almas que ya han pasado por este mundo en repetidas ocasiones. Estas muestran una forma de ser muy distinta a la mayoría, empezando por mostrarse más cómodas en soledad que rodeadas de otras personas.
Están más cerca del Tao, es decir, de la perfección. Esto significa que después de pasar por cinco edades están preparadas para ascender de manera definitiva. En cambio, el alma joven busca un sentido de todo lo que le rodea. Aún desea descubrir mediante la compañía de los demás. No puede concebir el mundo en soledad, así que, a esta llega a tenerle cierto temor.
Un alma vieja no necesita experimentar para conocer
Mientras que el alma joven suele tropezar numerosas veces con la misma piedra, el alma vieja ve llegar la piedra, siguiendo su camino y sabiendo de antemano lo que sucedería si llega a tropezar con ella. Es como si ya hubiese vivido con anterioridad determinadas vivencias, comprendiendo mejor que nadie el resultado de ciertas acciones.
Parece algo cómico, pero es igual que cuando los padres les dicen a sus hijos que no hagan cierta cosa porque las consecuencias serán de una manera determinada. Al alma joven le ocurre como a este ejemplo, aunque con cosas de la vida menos predecibles. Mientras, para el alma vieja, existen ciertas circunstancias que ven tan claramente que muy pocos llegan a entenderle.
Las almas viejas son solitarias
Debido a lo explicado anteriormente, las almas viejas terminan sintiéndose como entidades aparte de la mayoría. Observan que casi todos requieren imitar ciertas normas para sentirse incluidos en un todo, que es la civilización. Para los espíritus más longevos es complicado negar que sean entidades con una capacidad superior a sus contemporáneos.
Por lo general, no encuentran mejor aliada que la soledad. Con ella se comprenden mejor que con la gente, mayoritariamente almas jóvenes. Por eso, cuando dos almas viejas se encuentran no pueden evitar mostrar un grado amplio de satisfacción, porque, a pesar de estar rodeadas de millones de personas, con las que sienten solas, al final encuentran a una que saben comprender y que las comprende.
Las simples cosas
Los espíritus jóvenes, con su afán de descubrir y analizar, no perciben muchas de las cosas del mundo, propias de la naturaleza. En este caso, las almas más viejas saben detenerse, aunque, más bien, viven detenidas, avanzando lentamente, porque ya no tienen mucho que conocer, solo les queda admirar lo que otros no ven.
De esta forma, perciben mejor la inmensidad del cielo ante los cambios de estación. Se dan cuenta del horizonte, pudiendo admirarlo durante horas, cada día, sin cansarse, porque para ellas, nunca será todo igual. Aprecian que el universo se mueve, pudiendo sentir cada cambio como suyo propio.
No esperes que un alma joven sepa detenerse en estos aspectos. Ellas verán demasiado lentos los cambios de la naturaleza y sentirán perder el tiempo en la contemplación. Necesitan complicarse para sentirse vivos, mientras que los más viejos espíritus comprenden que la complicación es tiempo perdido.
Sin duda, la madurez juega un papel muy importante en este caso. Por eso, no dudemos en encontrarnos a los espíritus longevos más cercanos a las artes, en un mundo tranquilo de libros y letras, intentando dejar por escrito todas sus experiencias e, incluso, ahondando en la filosofía más profunda.
El alma vieja añora continuamente retazos de realidad. La verdad es su estandarte, porque siente que el mundo en el que estamos es pura apariencia. En lo simple, que es la naturaleza, haya ese legado divino que le ha permitido gozar de toda su etapa vital, antes de ascender a donde le corresponde.
¿Problemas de autoestima?
Difícilmente se verá a un alma vieja con problemas de autoestima. Sabrá afrontar con honor los últimos golpes que le proporcione la vida, porque sabe que no terminarán de marcarle. Ya no tiene que luchar por ser aceptada, porque se siente superior a las demás, las almas jóvenes.
En cambio, los espíritus de corta trayectoria se verán afectados ante el qué dirán, teniendo dificultades para desentrañar los misterios del universo, que no logran apreciar lo más mínimo. En su complejidad se apreciarán satisfechos, mientras que serán vistos por los viejos como demasiado banales.
Unos necesitan crecer y sentirse pertenecientes a un todo, a un universo que no deja de ser complejo. Otros prefieren escapar de la mísera humanidad, esconderse y rodearse por milenios de sabiduría, en forma de libros, contando al resto de los mortales sus experiencias, que casi llegan a entender.
Las almas viejas han realizado casi todo su recorrido, teniendo la intuición de que poco más deben conocer. Los espíritus jóvenes, en cambio, aún deseosos por descubrir, no terminan de apreciar lo simple, que es la respuesta a todas las preguntas.